El Mostrador: Entrevista a Alberto Texido sobre guetos verticales

Tras la polémica por los dichos del intendente de Santiago, Claudio Orrego, quien fue duramente criticado por los vecinos de la comuna de Estación Central por “generar un gratuito estigma”, el académico de la Universidad de Chile y Vicepresidente del Colegio de Arquitectos, Alberto Texido, analiza la problemática desde el punto de vista ético y económico: “Vivimos en una era en que se está poniendo en dudas todos los mercados que supuestamente se iban a autorregular; decían que si se abría una universidad mala se iba a cerrar, porque la gente no iba a entrar, ¿ahora qué van a decir?, ¿que si se hacen edificios malos la gente no los va a comprar?, bueno, no es así”.

Por Matías Rivas, publicado en El Mostrador

 

-Aparte del estigma social denunciado por los vecinos, ¿cuál es el tema central, el llamado de atención, con respecto a la situación en Estación Central?

El tema de los guetos verticales, aparte de la estigmatización, trae a colación una discusión necesaria. Yo me hago dos preguntas: ¿Viviría ahí quien diseñó, quien invirtió, quien autorizó y quien generó las normas de ese lugar, habitaría ahí? Es una pregunta maldita, pero es una pregunta ética. En la medida que tú digas que si no hay prohibición, hay permiso, estamos mal, estamos jugando a la vía de los codazos.

 

-¿Cuál es la otra pregunta?

Mira, menciona una ciudad del mundo que lidere los índices de calidad de vida, donde el ejercicio profesional no tenga una visión ética de parte de los gremios o agrupaciones profesionales. En el caso de Chile, el experimento neoliberal de los ochenta eliminó los colegios profesionales de la ley y los transformó en asociaciones voluntarias gremiales, dejó a todas las profesiones y a todos los gremios en ausencia de regulación ética. La situación aquí es casi entre persona y persona, en una discusión que no tiene sentido; se perdió una discusión intermedia, en que los mismos profesionales estaban dispuestos a ser medidos y regulados por sus pares.

 

-¿Y esto afecta con más fuerza a la arquitectura?

La formación del arquitecto es técnica, intenta poner variables estéticas al servicio de una función, pero en la práctica es distinto: hay un distanciamiento entre lo formativo y el ejercicio profesional cuando variables como la rentabilidad de un negocio o la ausencia de normativas entran a la discusión.

Por ejemplo, cuando la búsqueda del lucro, a máxima ganancia, que si bien podría ser legítimo, se empieza a afectar la vida comunitaria, la idea de la ética personal empieza a fracasar, especialmente porque la ausencia de normativas llega a lógicas saturadoras: hay saturación de autos, de sombras, de botellas, de pérdida de privacidad.

 

-En los edificios de Estación Central, por ejemplo, se denunciaba que el ruido era constante y los arquitectos bien saben que una persona puede soportar X cantidad de ruido por día si quiere mantenerse sana…

Lo que pasa en esa comuna es que, al no haber buena regulación, los inversionistas empiezan a buscar el lugar donde se le genera mayor venta, menor valor del suelo, con menor regulación y por lo tanto mayor evasión de las mitigaciones que esto obliga. La ley dice que cuando tú superas 150 estacionamientos, tienes que mitigar y estos proyectos se van aprobando a etapas de 149; y cuando aparece la restricción de altura, intenta escabullirse donde eso no le afecte.

 

-¿A quiénes apunta por la falta de regulación?

Son ciertos grupos económicos quienes están detrás de una lógica de desregulación y que apuestan a que el mercado se autorregula… Bueno, estos mismos personajes dicen que si se regula en esta comuna me voy a otra, el juego es ir buscando ese hoyo, y además dicen “nuestros productos son de mi primera calidad”, bueno, si lo son, vive ahí.

Vivimos en una era en que estamos poniendo en duda todos los mercados que supuestamente se iban a autorregular, decían que si se abría una universidad mala se iba a cerrar, porque la gente no iba a entrar, ahora qué van a decir, ¿que si se hacen edificios malos la gente no los va a comprar?, bueno, no es así; eso fue muy teórico. Tenemos que volver a regular estos esquemas de negocios que necesitan ser corregidos.

 

-¿Ve esto como un reflejo de la inequidad en Chile?

Ser la ciudad más inequitativa, en términos del ingreso, también tiene un reflejo material, se refleja en la ciudad, en pequeñas zonas que logran un estándar internacional, que salen en las postales, pero con otra gran proporción que está muy distante de lograr los índices de calidad de vida que ese pequeño de ciudad logra. Dicen: “si tú pasas de Vitacura a Huechuraba por la Avenida Vespucio, por la pirámide, pasas de Noruega al Congo”.

Es cierto que si se levanta una torre de cincuenta pisos es porque hay un inversionista, pero también es cierto que se vende porque hay un comprador, y esa demanda, ese comprador, ahí te encuentras que el comprador que, por tener una vivienda muy bien ubicada, está dispuesto a sacrificar su calidad de vida; o el inmigrante que, en vez de tener dos camas en cada pieza tiene ocho, ahí se genera esto de los guetos.

 

-¿Cómo se puede avanzar en la solución de esta problemática?

Es importante un avance legal que se llama la ley de aporte al espacio público, que acaba de salir y tiene que generar un reglamento: es clave activar ese tipo de legislaciones porque lo que ha ido ocurriendo es la búsqueda del resquicio legal que evita que los tipos pongan dinero en mitigar los impactos que generan los edificios en los entornos viales.

¿Y cómo se arregla lo de Estación Central? Puedes agarrar una motosierra y cortar por la mitad los edificios, técnicamente posible, pero no ocurrirá nunca (esto lo digo como un ejercicio académico, no lo propongo). Y nunca hay que olvidar que el diseño urbano bien pensado puede ayudar a recuperar la armonía que este tipo de proyectos han roto.

 

-¿Por qué Orrego saca este tema ahora y no antes?

El intendente probablemente está en campaña para ser alcalde o para ganar este puesto de intendente que va a ser votado, no le quiero hacer campaña, pero no veo hasta ahora a nadie más preparado que él.