Lee el discurso completo de Felipe Berríos en el inicio del 25° Congreso Nacional de Arquitectos

Hace casi un mes, el sacerdote jesuita Felipe Berríos fue el encargado de entregar las palabras iniciales que darían el vamos al 25° Congreso Nacional de Arquitectos. Berríos, Arquitecto Honorario del Colegio de Arquitectos, nos habló de inclusión social en la ciudad en su condición de sacerdote y vecino de uno de los campamentos más grandes de Chile con un inspirador y emotivo discurso.

Acá, reproducimos su discurso en su totalidad:

 

Yo conocí a Guillermo (Subsecretario del Ministerio de Vivienda y Urbanismo) en el Techo, era un joven del Techo. Una vez veníamos en camioneta en la que estaban escuchando rock pesado, Iron Maiden, y yo dije “¡cómo serán de idiotas! Todos se quedaron callados y después de unas tres horas Guillermo me dijo: “¿sabes qué más? A mí me gusta y yo toco también”, ahí nos hicimos aún más amigos.

Él al salir del Techo fue a estudiar un doctorado a Harvard. Es el único, yo soy testigo, de todos los chiquillos del Techo que pasaron por Harvard, Oxford y otras universidades, es el único que cuando volvió no ha dejado de trabajar en el servicio público, en Haití y en Chile. Tenemos que sacarle el jugo a Guillermo, de verdad es una muy buena persona.

Bueno, diciendo eso, les agradezco que me hayan invitado, les vengo a hablar del lugar donde vivo, en un campamento. Antes estaba en el Congo, en un lugar que se llamado Masisi,  aprovechando que sabía swahili enseñaba carpintería y soldadura a chiquillos de campos de refugiados. Y al volver a Chile le pedí al provincial que me quería ir a un lugar marginal, para digerir lo vivido y pensar la sociedad chilena, la Iglesia y los cambios culturales, desde lo marginal. Y ojalá en una ciudad como la de Antofagasta, que es como un Chile chico. Geográficamente está entre la cordillera y el mar, es angosto y largo y con todos sus desafíos, pasando de una economía extractiva a una más inclusiva. Es una ciudad que tiene más de 37 mil dólares per cápita y hay muchos campamentos. Tiene todo el desafío de los inmigrantes. Es un laboratorio de los desafíos que tiene que enfrentar Chile.

Y ahí estoy, en Antofagasta, en un campamento que se llama Luz divina que no le inventé yo el nombre ya tenía ese nombre cuando pues en el campamento no había luz, estábamos colgados por lo que se cortaba a cada rato, pero un día estando en una asamblea llegó la luz. Una señora dijo “divina luz”, y quedó con el nombre Luz divina. Ahora se llama “Luz divina 6”, 6 porque hay seis generaciones anteriores que ya han salido a la vivienda definitiva. Ahora,  en el Luz divina el 20% de sus pobladores ya se fue a una vivienda definitiva y el 80% se va el próximo año, ahora estamos formando el “Luz divina 7”. Antes era un campamento y ahora es un barrio de transición, el primer barrio de transición de Chile.

Primero, ¿cómo es el barrio transitorio? Son 235 familias, de las cuales debe haber cuatro familias chilenas. Todo el resto son peruanos, bolivianos y colombianos. Casi no hay viejos, casi no hay jóvenes, la mayoría es gente en edad de trabajo. Y hay muchos, muchos niños. Los sitios son de 7×9 o 7×10 metros y la construcción básica es una mediagua que la gente amplia con segundo o tercer piso. Hay letrinas, no tenemos alcantarillados. El agua la obtenemos de camiones aljibes y la electricidad de la empresa eléctrica desde el año pasado.

El campamento lo transformamos en un barrio. ¿Qué es lo que es esto? Hay que explicar que los campamentos en Chile, como los conocíamos antes, se acabaron en 2009 o 2010. Las antiguas poblaciones callampas que luego llamamos campamentos esos se acabaron. Me refiero que ellos eran campamentos con casas de pisos de tierra, paredes de cartón, plástico y con techo de fonola, y dentro de las casas, había mucha carencia. Ese tipo de campamentos prácticamente se han terminado. Bueno, es como cuando uno dice que se acabó la tuberculosis, aunque siempre pueden haber brotes, la tuberculosis como enfermedad se acabó así también sucede con lo que llamábamos poblaciones callampas y luego campamentos.  Los campamentos que llamamos ahora son más complejos, porque el problema no es solamente de falta de vivienda. Es más bien un problema social. Hoy en día existe una pobreza disfrazada, una pobreza que tiene “cosas”.

Cuando yo era chico, la imagen de un hombre rico era un gordo bien vestido, fumando un puro. Y la caricatura de uno pobre era un flaco, famélico y mal vestido. Hoy en día, si hiciéramos esa caricatura nuevamente, un rico sería una persona que no fuma, esbelta, un runner. Que come lechuga y zanahoria. Y el pobre de hoy una persona gorda. O sea, uno de los problemas que tenemos hoy en los campamentos es la gordura: exceso de grasa, azúcares. Y también exceso de cosas. Y falta de ideales, de proyectos. Esa es la pobreza de nuestros campamentos.

Cuando antes uno decía campamentos, era sinónimo de gente vulnerable. Hoy día, un campamento no es solo sinónimo de gente vulnerable. Hay gente que está viviendo otra clase de pobreza. Las políticas públicas en Chile, a mi entender,  tenían dos motores que le daban fuerza, que las impulsaban,  estas políticas públicas hicieron progresar mucho a Chile: el motor era el deseo de la educación y de la vivienda. Todas las personas decían “ay, me saco la mugre porque quiero hacer una inversión y que mis hijos puedan tener la casa propia y educación”. La educación hoy en día es gratuita y obligatoria desde kínder a cuarto medio y en cuanto a la vivienda, la gente dice: en una sociedad en que a ti te miden por lo que uno consume y produce, en una sociedad tremendamente clasista, más que dejarle una casa a mis hijos cuando yo me muera, yo les puedo dar estatus ahora…un bien inmediato. Entonces, ¿para qué invertir en una casa? si les puedo dar ahora unas zapatillas de marca, un buen celular, un televisor con internet, un auto. Y así al chiquillo se le van a abrir las puertas, va a ser alguien. Y será alguien de forma inmediata, no después de que yo me muera al tener una casa.

Así se ha privilegiado fuertemente el consumo, con sueldos bajos… que no se nos olvide que más del 50% de los chilenos gana menos de $300.000 al mes, así tienen que trabajar los dos padres y hacen $600.000. Y con un alto nivel de consumo no alcanza. Entonces la gente no es capaz de sostener la vida que lleva que la televisión y los medios obligan de alguna manera a llevar esa vida. Yo vivo en mediagua, con letrina, y me han llegado ya cuatro Lisoform de regalos por parte de la gente del campamento, este producto se usa para matar gérmenes. Te lo promueven en la televisión, y lo hacen de tal forma que te dicen que si no echas este producto eres una mala mamá. Entonces, imagínate.asi en muchas cosas, es un consumismo que te dice que si tú no lo compras eres una mala mamá, un mal papá y estás perjudicando a tus hijos, por lo que necesitas comprarlo. Esa es la nueva pobreza que nosotros tenemos…rodeado de cosas que no necesitamos y que nos cuesta conseguir.

Se despriorizan las cosas. La gente no se va del campamento porque no es capaz de pagar el consumo de la electricidad, del agua o de arriendo, que es lo que implica vivir en una casa. Ahora, ¿qué es lo que hicimos en el campamento? Porque Antofagasta se fue poblando, poblando de campamentos y las autoridades han mirado para el lado. Todas las migraciones anteriores en Chile las hacía el Estado de Chile, el que invitaba a grupos a vivir en nuestro país, les daba tierras y los acogía de cierta manera. Además, eran europeos los que venían: croatas, alemanes, españoles, italianos. Entonces, con todo nuestro clasismo, éramos abiertos a acogerlos, nos traían, entre comillas, cultura. La inmigración actual es una que ha provocado el mercado, y el mercado se desentiende de la salud, la educación y la vivienda. Y así de repente, el Estado, se ha encontrado con un grupo enorme de inmigrantes, que más encima son latinoamericanos despiertan nuestro clasismo, que nos hacen recordar que no somos los jaguares de Latinoamérica, que no somos los que nos parecemos a los europeos, sino que somos latinoamericanos. Tenemos rasgos amerindios o afroamericanos. Nos ayuda que no se nos olvide nuestros orígenes, tan absurdo es esto que hasta hace poco estaba vigente la ley en que se decía que los inmigrantes nos mejoraban la raza, pensando en los europeos.

Hoy nos encontramos con este fenómeno, en que campamento es sinónimo de inmigrante e inmigrante latinoamericano pobre, que vienen a un país que es Chile un país con más riqueza económica ¿Qué es lo que hicimos? Tuvimos una actitud de mirar para el lado y otra actitud era decir que los estaríamos a todos o frenar la entrada, que es ridículo porque en el norte hay muchos pasos por los que la gente puede entrar. Es imposible atajar en Chile al inmigrante. Lo ideal sería darles visa de trabajo a todos inmediatamente, que la gente pueda trabajara, porque la pelea es contra las mafias que los explotan, no contra el inmigrante. Y las mafias se apoderan de la gente que entra sin papeles, la hacen trabajar para ellos, les arriendan o les venden un terreno que es del Estado de Chile, así como la electricidad que ellos, a su vez, se han robado. Y así mismo con el agua y otras cosas. Y tienen cautiva para ellos una masa de gente que está dispuesta a trabajar, a aportar cultural y económicamente al país. Y nosotros se los entregamos a las mafias, mafias pequeñas, la mayoría de las veces controladas por chilenos.

¿Qué es lo que hicimos? Hay 1.200 familias que están viviendo un inminente peligro debajo de torres de alta tensión en que tú escuchas el zumbido de los cables que pasan a poca altura de las viviendas. Hay otras miles de personas que están en las quebradas. Entonces con un aporte del Ministerio del Interior, del gobierno pasado, un aporte directo de emergencia con eso conseguimos un sitio de Bienes Nacionales y en ese sitio prolongamos el campamento Luz Divina, que ahora es un Barrio Transitorio, con ciento y tantas viviendas más para que se fueran a vivir algunas de esas familias que vivían en peligro.

¿Y por qué se llama barrio? Primero, porque sácamos a quienes no deberían de vivir ahí, tenían recursos podrían arrendar, cosa que nos costó un mundo. Después fuimos invitando a gente de los cerros, filtrando los que eran realmente vulnerables, los que tenían más hijos, los que se querían quedar en Chile. Gente que realmente necesitaba un apoyo. Limpiamos el campamento. Los primeros meses que llegué a vivir al campamento, en las noches llegaban botellazos, garabatos y peleas, hasta que logramos limpiar el campamento, costó mucho porque la gente decía “si nosotros limpiamos el campamento, y lo ordenamos, no va a parecer campamento y nos van a echar”. De hecho la municipalidad nos dio un puntaje pésimo, porque se asocia pobreza con mugre y desorden. Ganamos por poco la votación con que decidimos el argumento contrario: si las casas tenían número y los pasajes nombre, era más fácil conseguir un trabajo porque se tenía un domicilio conocido.

Limpiamos el campamento de neumáticos y basura y le pusimos nombre a los pasajes, números a las casas, portones, y la gente comenzó a llamarle condominio. Yo creo que nosotros no lo esperábamos, pero desde ese momento se acabaron las peleas, no hubo garabatos, no hubo botellazos, los niños comenzaron a jugar en el pasaje. Y la gente comenzó a pensar en el futuro. Hicimos un sistema de organización de jefes de pasajes, un sistema que fuese más democrático. La idea es que la gente cuando llega a vivir al barrio, firme un comodato: “Esto se lo da el Estado de Chile”. Y la gente se compromete a estar en forma activa en un Comité de vivienda y reúnen sus papeles, tienen el ahorro (ojo que con el pago de cinco antenas parabólicas ya tienes la plata suficiente para una vivienda definitiva), y con ello se cierra el comité de vivienda. También cumplen un reglamento comunitario básico y se comprometen a que cuando se vayan, entregan la vivienda básica a otra familia. Si se quieren llevar toda la ampliación que le hicieron, de acuerdo, pero la casa básica se queda.

Ese es un barrio de transición y en estos tres o cuatro años que la gente está ahí, funciona como un periodo de inducción. La mayoría de la gente viene de países informales, donde la informalidad es la manera de contactarse de producir cultura, de producir una red social. Los inmigrantes que vienen de países informales y llegan a un país formal, tan formal que hasta en el Paseo Ahumada venden las leyes, se va enseñando que la formalidad es parte de la cultura chilena, que es violento para un chilena pasar a llevar esa formalidad. Que no se puede cocinar en las calles, y que no todos tienen por qué escuchar la música que estoy escuchando. Ese periodo de inducción es tremendamente importante, mucho más importante que solo obtener la vivienda. Y en eso estamos.

Y yo quiero de esto sacar unas conclusiones. La primera: En el África negra, estuve cuatro años, no había nada de basura. Ni un papelito, nada y es un lujo una botella de bebida plástica. Y llego acá y vivo en un basural en donde hay de todo, lo llamamos el mall porque uno saca cosas de ahí. Todo lo que tengo en mi casa, los muebles, son de ahí. África es una sociedad empobrecida, sin bienes de consumo, y la nuestra es una sociedad empobrecida por exceso de bienes de consumo. Y esta no es solo una sociedad que produce basura, sino que produce gente que es considerada basura. Y saben que el problema de los campamentos no es solo de vivienda, es una sociedad que sí necesita botar cosas, necesita estratificarse también, para así funcionar mejor en el consumo.

Y ahí yo quiero hacer otra reflexión: en una favela en Río de Janeiro, visitando la favela, estaba el Padre Pedro Arrupe, que era el Superior general de los Jesuitas en ese entonces. Cuando estaba terminando la visita, y estaba apurado porque tenía una reunión con los empresarios más ricos de Brasil su partida se atrasaba y se atrasaba, por lo que le mandaron un helicóptero para trasladarlo más rápido. Pero cuando estaba ya yéndose al helicóptero un señor le dice “Padre, antes de irse, yo quiero hacerle un regalo. Venga a mi casa, lo tengo ahí”. El Padre llega a una casa de cholguán, no tenía nada, un cajón de manzanas como velador, la cama en el piso. Entonces el hombre le pone un cajón y lo sienta mirando una cortina. Se quedan los dos en silencio. El Padre estaba ansioso porque lo estaban esperando. “Espérese, espérese un ratito”, le decía el señor. Entonces, en un momento, el hombre va y mueve la cortina, y estaba la puesta de sol. Se quedaron en silencio esperando que se pusiera el sol y cuando el sol se puso el hombre le dijo “este es el regalo que yo quería hacerle”. Y el Padre pensaba que iba a una reunión llena de millonarios en dólares, pero este señor en esta favela, era dueño de una puesta de sol. “Nadie me había regalado antes una puesta de sol”, decía. ¿A qué voy?

Nos han metido en la cabeza que la moneda de cambio es la plata. Y que valoro el trabajo donde gano más plata. Y valoro la importancia y la influencia de la gente por la plata que gana. Y valoro los barrios por lo que cuestan. Y, sin embargo, la moneda de cambio verdadera en nuestra vida es la calidad de vida. Es ser dueño de una puesta de sol.

La moneda de cambio es la calidad de vida. A lo mejor en un trabajo gano menos plata, pero tengo mejor calidad de vida. En Chile tenemos más plata, pero hemos perdido calidad de vida, hemos perdido relaciones interpersonales.

Tercera reflexión: yo tengo un hermano arquitecto y a mí me fascinaba quitarle el escalímetro, que era como quitarle a la polola. Hoy día creo que es algo que ya no se usa. El escalímetro es el reflejo de una sociedad como la que tenemos. El escalímetro es una regla, que tiene distintas escalas. A mí me impresionan algunos barrios a los que me ha tocado ir cerca del campamento en que yo vivo, que están compuestos por casas como las de La Dehesa, pero hechas con la escala menor del escalímetro. ¡Ustedes se ríen porque ustedes las han diseñado! Tiene living, comedor, quincho, piscina, a veces, pero todo chico. ¿Y qué hay detrás de eso? Si yo gano un sueldo de un millón de pesos y puedo vivir con eso, pero de repente me cambio de “pega” y comienzo a ganar 10 millones de pesos. Al principio voy a pensar qué es lo que puedo hacer con 10 millones de pesos al mes, pero al poco tiempo me va a faltar. Y, a lo mejor, entro a una pega en la que gano 20 millones de pesos, o 30… Porque la sociedad se encarga del escalímetro: si tú estás ganando un millón de pesos vas a meter a tus hijos a un colegio de un millón de pesos, te corresponde vestirte como un millón de pesos, un auto equivalente a un millón de peso y al poco tiempo ese millón de pesos no te va a alcanzar. Y si sacas la cuenta, para los que ganan un rango distinto, la sociedad se encarga de que ahora vayas a colegios de 10 millones de pesos, te vistas con un traje equivalente a una persona que gana 10 millones. Es una sociedad que, en el fondo, te va chupando como un escalímetro. No voy a ser descriteriado, no les voy a preguntar a ustedes cuál es su sueldo, pero más del 50% de los chilenos gana menos de $ 300.000 al mes. Entonces hay una tensión que se vive.

A mí me impresionaba que en África negra la gente se levanta para conseguir agua, leña y comida. Esa es la razón de existir de un africano. Y acá, en el campamento, yo veo que la gente se levanta para llevar a los niños al colegio, hacer la comida y pagar la cuota de la última tontera que compraron. Lo mismo: el escalímetro.

La última reflexión y después la moraleja. La última reflexión es que todos hemos andado en bicicleta. Cuando uno anda en bicicleta, lo más difícil es andar despacio porque la bicicleta pierde estabilidad. Mientras más rápido uno ande, más estable es la bicicleta. Bueno, la bicicleta en que nosotros vivimos, nos dice que si yo consumo, mientras más consumo, más trabajo va a haber. Mientras más trabajo haya, va a haber más dinero, mientras más dinero haya va a haber más consumo, y así es la bicicleta. Y se nos dice que nosotros podemos solucionar todos los problemas del país si crecemos a una velocidad tal, o sea, si andamos más rápido en bicicleta. Yo en África pensaba que lo que a mí me sobra, es porque se lo he quitado a alguien. Todo lo que nosotros tenemos de sobra se lo estamos quitando a alguien porque nuestro planeta es uno solo. Lo que pasa es que como ese alguien está tan lejos a veces no lo vemos y no nos produce problemas. Pero esta bicicleta nos tiene desesperados porque no podemos dejar de pedalear, porque si dejamos se produce cesantía. Entonces, hay que seguir pedaleando.

Pero, ¿qué hacemos? Aquí viene la moraleja: Yo he pensado harto en esto, ¿qué hacer? Y, dos cosas: nosotros tenemos un centro de formación en oficios básicos, enfocados en el autoempleo que no se necesiten destrezas anteriores, ni herramientas muy sofisticadas y que se puede ejercer por cuenta propia: electricidad, gasfitería, soldadura, corte confección, peluquería, etc. Pero el oficio es la carnada, porque a nosotros lo que nos interesa con los inmigrantes –y por eso pensamos en un centro de formación–, es que es formal. Antiguamente, cuando los seres humanos vivíamos en una aldea y necesitábamos una silla en la aldea, se cortaba un árbol, lo transformábamos en madera, se diseñaba la silla y se cortaban los trozos. Éramos artesanos de la silla, y nos sentíamos realizados y provocábamos felicidad en la aldea. Después vino la Revolución Industrial, que significó crecimiento y que se haya superado pobreza, pero también significó que ahora lo que importa es la producción. Y la capacitación la medimos por la producción. Entonces, yo me dedico a cortar palitos de 20 centímetros, y mientras más palitos de 20 centímetros yo corte, más plata yo gano, pero menos persona me hago. Me deterioro, me empobrezco. Esa es la pobreza que está viviendo Chile. Y no solo eso, sino que yo dejo de ser artesano de la silla. Me desclaso, dejo de pertenecer a mi clase social. Si eres pobre, es porque trabajaste poco, porque no aprovechaste la oportunidad. Si eres rico, es porque la aprovechaste. El problema siempre es personal, dejo de pensar en el grupo, en el todo. Por eso es clave el Colegio de Arquitectos, los Colegiados, el asociarse. Porque una cosa es mi desarrollo como arquitecto y mi aporte como profesional, pero somos una sociedad. El Colegio de Arquitectos tiene que aportar, tiene que plantear cosas.

Ahí hay una falacia que nos hemos creído como sociedad: la pobreza no es culpa de esta persona porque fue floja o no aprovechó la oportunidad o que el rico lo es por ser inteligente.

En la actualidad ya no usa la palabra obrero, ahora ¡somos todos trabajadores! Algo que suena el “descueve”, pero que en realidad es una manera de borrar todo lo que sea pertenencia. Yo pertenezco a un club, a un grupo social, no para defender mis privilegios de clase, sino que para aportar a una sociedad más humana.

Y lo último, y parte de la moraleja es que la bicicleta no se puede detener porque queda la “escoba”, y la manera que yo pensaba en que esta bicicleta se puede unificar es invirtiendo, y esto lo digo yo que vivo en un campamento… Ojalá con el presupuesto de Chile se invierta la mayor cantidad en arte y en ciencias. En arte puro y ciencia pura. Mientras nosotros no leamos libros, mientras nosotros no seamos capaces de apreciar el arte, mientras nosotros no seamos capaces de sanar esa quemadura que llevamos dentro, mientras no nos asombremos ante el mundo y el por qué funcionan las cosas y por qué sucede lo que sucede, mientras no hagamos eso, va a seguir existiendo pobreza, una pobreza espiritual, que se refleja en una pobreza material.

Cuando me invitaron a esta charla, lo agradecí. Yo hago barcos en miniatura que es más barato que ir al sicólogo. Ahora estoy haciendo un barco del siglo XVII, XVIII, de las monjas del Claustro, las monjas del Sagrado Corazón, que cumplen doscientos años desde que llegaron a América. Llegaron en un barco que se llamaba Rebeca. Estaba justamente en eso, haciendo el barco, cuando me dicen que va a ser acá en El Claustro. Miren como se dan estas cosas…

Hay que presionar a los gobiernos: invertir en arte, invertir en ciencia, sino vamos a ser unos dependientes del extranjero, vamos a ser unos ricos pobres, vamos a crear pobreza personal. Hay que volver al oficio, y para eso están los Colegios. Ese es el desafío que tiene el Colegio de Arquitectos: no ser un Club de la Unión, sino que aportar con arte, y en cómo resolvemos la vida cotidiana, pero con arte.

Muchas gracias.