Para conmemorar el centenario de Héctor Valdés Phillips, ex Presidente del Colegio de Arquitectos de Chile durante el periodo comprendido entre enero de 1970 y diciembre de 1973, y Premio Nacional de Arquitectura en 1976, el arquitecto Gonzalo Mardones Viviani lo recuerda con estas sentidas palabras.
Elogio a un grande en su centenario, a un arquitecto esencial de nuestro país, don Héctor Valdés Phillips
Por Gonzalo Mardones V.
Tuve el gran privilegio de conocerlo desde muy joven y seguir su brillante trayectoria junto con compartir tantas conversaciones profundas sobre nuestro quehacer.
Don Héctor fue un gran arquitecto y en toda la extensión de la palabra, fue un gran maestro que contribuyó a la modernidad de la historia de la arquitectura latinoamericana, desde nuestro Chile. Fue un gran Presidente del Colegio de Arquitectos de Chile que permitió, entre tantas realizaciones, el cambio de nuestro Colegio desde un simple departamento en el centro de Santiago a una casa de arquitectura patrimonial en plena Alameda, obra realizada por otro grande de nuestra historia, Luciano Kulczewski. Fue el creador de la revista CA y aportó en la planificación de la Línea 1 del Metro a través de un fuerte debate público. Fue Presidente de la CORVI, miembro del Consejo de Monumentos Nacionales, Presidente de la Sociedad Constructora de establecimientos educacionales y distinguido por sus pares con el Premio Nacional de Arquitectura en 1976, entre otros reconocimientos.
Elogio a Don Héctor por su condición humana, por su inmenso aporte y trabajo por el bien común de nuestro país, desde tantas responsabilidades que asumió que como arquitecto, como urbanista, como dirigente gremial y como académico.
En él, no existieron sombras de interés, egoísmo u otro sentimiento mezquino tan propio de nuestra pasión y de nuestra profesión, la arquitectura. Su generosidad fue inmensa. Fue un donador de ideas en tantos ámbitos que sin duda nos muestra a todos los arquitectos, y especialmente a las nuevas generaciones, una huella a seguir y muy difícil de alcanzar.
Cuando yo era estudiante de la Universidad Católica, recibí un invitación de Don Héctor (con esa humildad que solo los más grandes pueden alcanzar), a participar como dibujante colaborador, en el Concurso Nacional Santa Isabel. Mi aporte no fue más que pasar algunos de sus dibujos en limpio. En ese concurso, Don Héctor y su equipo recibieron uno de los premios y pidió (lo que no hacen muchos) incluir a todo su equipo en el premio, incluyéndome, como arquitecto en ese diploma, siendo yo un simple estudiante y dibujante.
Elogio al gran arquitecto que, junto con su primer taller, “Bresciani, Valdés, Castillo y Huidobro”, y suyas propias, realizó obras magistrales reconocidas, destacadas y publicadas en todas partes del mundo. Obras paradigmaticas del naciente movimiento moderno, como la ejemplar y magnifica Villa Portales, la excelente Universidad Técnica del Estado, el conjunto habitacional Matta Viel, uno de los modelos mas importantes de desarrollo de viviendas sociales en nuestro país, la angulada y geométrica Villa Brasilia, en Vitacura, que desafortunadamente fue demolida por el a veces, goloso y cruel “desarrollo” inmobiliario , y tantas más.
A dos años de su partida y a propósito de su centenario, cabe destacar su modo de proyectar, siempre a través de una concepción, visión y postura ética y moderna. Sus obras, sus reflexiones, su visión de la arquitectura y la ciudad y su concepción de la habitabilidad, lo señalan, no solo como un maestro en su propio quehacer, la arquitectura, sino también, como un profundo humanista y artista que reflexionó en profundidad sobre los complejos vínculos entre arquitectura, arte, sociedad, belleza y resguardo del medio ambiente.