Edward Rojas es un reconocido arquitecto que lleva cerca de 40 años residiendo en la isla de Chiloé. A través del Taller de Arquitectura Puertazul, se ha dedicado a recoger y poner en valor el patrimonio arquitectónico y cultural de Chiloé. Sus múltiples contribuciones lo llevaron a que en el año 2016 ganara el Premio Nacional de Arquitectura.
“Cuando hablamos de “arquitectura del lugar”, estamos hablando de una arquitectura que se sustenta en los inmanentes esenciales de la arquitectura preexistente de un lugar determinado y, por lo mismo, esta acción es sustentable y sostenible en el tiempo. Esto que hoy nos parece tan obvio, apenas lo intuíamos hace 30 años”.
¿Qué te motivó a trabajar en Chiloé y a mantener su particular arquitectura?
El encanto del LUGAR, su geografía archipiélaga, sus extraordinarios paisajes de tierra, agua y cielo, en permanente cambio. Su luz, la fuerza y creatividad de los chilotes, la profunda identidad de su cultura, y su arquitectura de tierra, agua y bordemar, que podía ser sustento de una arquitectura moderna apropiada.
¿Cuáles han sido los cambios más notorios entre la arquitectura que te enseñaron en la escuela de Valparaíso o de la que hacías antes de llegar a Chiloé, respecto a la que empezaste a hacer cuando llegaste a trabajar allí?
Yo estudié arquitectura en una Escuela cruzada por dos momentos históricos. Primero, la de una escuela revolucionaria, abierta a la comunidad y al territorio, que era parte del gran experimento de la “Vía Chilena al Socialismo”. En ese momento, los grandes temas eran el diseño y la planificación de otra forma de organización territorial, económica y social, como lo podía ser “un barrio comunitario y productivo”. Luego vendría el golpe militar y el retorno a una escuela sustentada en los paradigmas del movimiento moderno.
Estas y otras experiencias con mi socio Renato Vivaldi y los miembros del Taller Puerta Azul nos permitieron entender que los referentes internacionales en madera que nos interesaban, no tenían nada que ver con la necesidad de los chilotes de seguir teniendo casas con pasillo para que la gente esperara cuando fallecía alguien de la casa y se velaba en el salón. Para hacer “arquitectura del lugar” había que conocer el territorio, convivir con sus habitantes y aprender de su cultura y de su notable arquitectura en madera, así como la forma de construirla con manos carpinteras y las nobles maderas del bosque nativo.
En ocasiones te has referido a que la arquitectura chilota es una arquitectura del lugar, que nace comunitariamente desde lo local. Cuéntanos porqué.
Respondo esta pregunta con un ejemplo: los adultos mayores del barrio de palafitos de Pedro Montt en Castro, necesitaban y soñaban con construir una capilla. Hablaron con el párroco arquitecto de los franciscanos, Fray Julio Campos, quien desarrolló un anteproyecto. La comunidad y el párroco organizaron un comité pro construcción de la capilla, haciendo múltiples beneficios. Comenzaron a juntar dinero, lo que les permitió comprar los poyos y pagar un carpintero para instalarlos. Un cliente nuestro, a quien le pidieron aporte, nos encargó que apoyáramos la iniciativa desarrollando los proyectos de arquitectura y especialidades en conjunto con Fray Julio y la comunidad, además de elaborar una maqueta, un presupuesto y un plan de recaudación de fondos. Estos insumos van a permitir al Comité seguir animando a los vecinos y a empresarios turísticos del barrio y de la ciudad, para que hagan su aporte a esta “minga” comunitaria, así como postular a otras fuentes de financiamiento. La capilla se va a construir con los materiales, la tecnología y los carpinteros del lugar que en su arte pondrán toda la tradición y el conocimiento ancestral para construir algo singular, tan propio del lugar, y único en el mundo, como lo puede ser una capilla de palafitos de madera, revestida de tejuelas de alerce y planchas de metal. Esta capilla será velatorio, salón de encuentros para los habitantes del barrio y lugar de inicio o término de las procesiones terrestres o marítimas de los santos patronos de la zona.
Museo de Arte Moderno de Chiloé
¿Cuál crees que es el rol que juega la arquitectura de Chiloé en el desarrollo local de su territorio?
Desde mi punto de vista, la arquitectura es la mayor obra material de una cultura. Ella acoge el fulgor de la vida de los habitantes en cada territorio y, por lo mismo, si ella se funda en lo propio del lugar, reinterpretando de manera contemporánea los valores ancestrales de la arquitectura pre existente, reafirma la identidad de la cultura del lugar. Sobre todo en un archipiélago como Chiloé, donde un canasto de quilineja tiene el mismo valor cultural que un “milcao” o una iglesia patrimonial.
¿Consideras que actualmente las escuelas de arquitectura forman arquitectos con un enfoque en el rescate de los atributos locales?
Cuando hablamos de “arquitectura del lugar”, estamos hablando de una arquitectura que se sustenta en los inmanentes esenciales de la arquitectura preexistente de un lugar determinado y, por lo mismo, esta acción es sustentable y sostenible en el tiempo. Esto que hoy nos parece tan obvio, apenas lo intuíamos hace 30 años. Sin conocer mayormente los planes de estudios de las Escuelas de Arquitectura del país, creo que hoy sí está presente en la enseñanza y en el debate la dimensión sustentable que debe regular y ecualizar culturalmente en cada territorio el encuentro de la tradición con la modernidad, así como del encuentro de lo local y lo global.
¿Consideras que actualmente la arquitectura chilota se encuentra amenazada? Si es así, ¿cuáles son las principales amenazas?
La arquitectura chilota en sí misma no se encuentra amenazada. Creo que hoy hay más conciencia del valor del patrimonio y de la sustentabilidad del sistema. Hay nuevas generaciones de arquitectos sensibles al lugar y su cultura; tenemos un colegio de arquitectos fuerte y atento a los cambios; una comunidad para quien la construcción y la arquitectura es tan natural como el clima. La madera nativa es explotada con planes de manejo, y se utilizan materiales modernos y de recambio que mantienen los atributos de la madera, como sombras y texturas, y existe todavía, sobre todo en el mundo rural, una escala de la arquitectura pertinente a su paisaje.
Esto significa que la arquitectura chilota en el Siglo XXI puede seguir adecuándose, puede seguir mutando, puede seguir modernizándose, sin perder su identidad. La amenaza mayor tiene que ver con el modelo económico de mercado, que impone obras ajenas como el Mall que enferman el espacio urbano y que destruyen el paisaje.
Por otro lado, la ciudad de Castro dejó de ser ese pueblo grande que conocimos hace 40 años, y hoy se ha convertido en una pequeña metrópolis que está cambiando de forma bastante acelerada su escala de viviendas y comercio. A raíz de ello, los arquitectos del lugar tienen un enorme desafío: cómo hacerlo, cómo cambiar de escala y de materiales para que la obra que se haga sea parte del lugar, parte de la historia y de la arquitectura contemporánea de Chiloé y no se llene de obras trasplantadas de otras realidades, de otras modernidades, que es lo que hoy también está sucediendo.
¿De qué manera el deterioro arquitectónico – material producto de las amenazas que mencionas ha incidido en otros ámbitos a la isla de Chiloé?
La amenaza mayor es la implantación de modelos de desarrollo y proyectos ajenos a la dinámica de la cultura y la economía del lugar, que por lo mismo alteran y transforman tangible e intangiblemente el territorio y, junto a ello, su cultura, su economía y las prioridades de sus habitantes. El mayor ejemplo de ello ha sido la empresa salmonera y su revolución industrial con un siglo de atraso. Y seguramente también lo será el Puente sobre el Canal de Chacao, el cual le arrebatará a la isla su bien más preciado desde el punto de vista cultural e identitario; su condición insular.
En territorios con fuertes lineamientos identitarios como Chiloé, ¿cuál crees que debiese ser el desafío en cuanto al desarrollo de normas locales?
Sin lugar a dudas, la elaboración de normativas pertinentes para un lugar contribuyen a que ellas puedan regular el desarrollo de la identidad de la arquitectura. Ejemplo de ello es el caso de los barrios de palafitos de Castro, donde en los últimos 8 años se ha producido una acelerada renovación urbana, pero que gracias a la existencia de una normativa básica en el actual Plan Regulador, el cual la mayoría de los arquitectos que hemos intervenido en estos barrios hemos respetado, ha permitido un cambio de escala apropiado, un desarrollo armónico y un diálogo pertinente entre la antigua y la nueva arquitectura de los palafitos, la cual paradojalmente se construye de manera irregular porque los palafitos no tienen títulos de dominio y, por lo mismo, no pueden tener permiso de edificación hasta que logren obtener una concesión marítima.
Para este caso la deuda del Estado está en no haber concretado la prometida Ley que entregaría Concesiones marítimas heredables a todos los palafitos, así como la declaratoria de Zona Típica. Declaratoria que en el Caso de Chonchi ha permitido la mantención de un patrimonio único en el planeta que debemos cuidar.
Por otro lado, en un mundo eminentemente rural, la poca planificación que existe es urbana y por lo mismo es urgente la elaboración de un plan de desarrollo y ordenamiento territorial sustentable, así como un plan regulador intercomunal que oriente y proteja el patrimonio cultural y arquitectónico insular.
Por último, ¿cómo has asumido el desafío de mantener y respetar las tradiciones locales, respondiendo a su vez con las nuevas necesidades que van demandando los ciudadanos? Es decir, el dilema entre tradición vs modernidad.
En nuestra oficina, Taller Puertazul, tenemos muy claro que en cada obra tenemos que ser capaces de equilibrar en el espacio tres lógicas distintas. La lógica del encargo; los sueños y las necesidades de una familia o comunidad, la lógica del lugar en términos paisajísticos, culturales y arquitectónicos, y la lógica del arquitecto y sus obsesiones, en la búsqueda de respuestas apropiadas para encontrar este equilibrio. En esta búsqueda, como decía Violeta Parra, es importante “medir el silencio, medir las palabras, sin pasarse ni quedarse”.
Texto: Martín Montes. Licenciado en Ciencias Sociales, Sociólogo y Magíster en Desarrollo Urbano PUC.
Publicada en Revista Planeo Nº 31 Desarrollo Local, Marzo 2017