En Santiago atardecía bajo un sol encendido y las familias de la Villa Compañero Ministro Carlos Cortés alimentaban una fogata inmensa. Cajones de azúcar que antes eran improvisados clósets, viejos tableros usados en mediaguas de los campamentos Patria Nueva, Ho Chi Min o El Esfuerzo eran ahora lanzados al fuego con rabia.
Ardían los vestigios de una vida pasada. Con esa hoguera simbólicamente ponían fin a años marcados por la miseria, para comenzar como hombres nuevos una vida digna, como propietarios de departamentos propios en uno de los proyectos de integración social y urbana más importantes del Gobierno del Presidente Salvador Allende.
Eso pensó el arquitecto Miguel Lawner y su esposa, la arquitecta Ana María Berrenechea, quienes miraban la escena desde un costado con lágrimas en los ojos.
«Esa fogata es un episodio que no se me ha olvidado jamás. Creo que todos lloramos. Por mucho que un grupo importante había seguido las obras y conocían los detalles, habían familias que las ignoraban completamente. Por primera vez en su vida muchos de ellos utilizaron servicios higiénicos, artefactos sanitarios. No los habían utilizado jamás», recuerda Lawner.
Y agrega: «Las emociones que nos tocaron vivir en esa primera etapa tan llena de situaciones difíciles son irrepetibles hoy en día. Inolvidable. Marcaron mi vida para siempre. Imposible olvidarse el haber otorgado el derecho a una vivienda digna a familias que habían estado viviendo durante años en el barro. Es una enorme satisfacción profesional».
Con esas escenas aún vívidas en su memoria, el actual Premio Nacional de Arquitectura medió en un extenso proceso de diálogo que permitió hace algunas semanas la firma de un Convenio de Colaboración entre el ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio y la Constructora e Inmobiliaria Presidente Riesco, que dará inicio a un histórico acuerdo sobre el futuro de los terrenos de la ex Villa San Luis.
Cuarenta y nueve años después de la construcción de la Villa Compañero Ministro Carlos Cortés, el convenio establece que se llamará a un concurso público de arquitectura durante 2021 para levantar un Museo Memorial de hasta 800 m2 que buscará recuperar los vestigios del Block 14.
Según Lawner, el acuerdo constituye un avance importante para la memoria histórica del país y es de suma importancia para el Colegio de Arquitectos de Chile. «Para el CA es una responsabilidad significativa conducir este proceso del concurso, que será abierto a todos los arquitectos y arquitectas chilenas colegiadas», explica en esta entrevista.
—¿Cuál es la importancia de este acuerdo? ¿Qué constituye para la memoria de las familias desalojadas de la Villa San Luis?
—El acuerdo es extraordinariamente importante porque es una primera reparación a las mil familias que fueron desalojadas de formas bárbaras después del golpe militar. Sin que, hasta el día de hoy, hayan tenido ninguna reparación. En consecuencia, constituye de alguna manera una reparación para todos ellos porque es restituir un pedazo de la historia de este país muy significativo. De modo que la trascendencia de esto es enorme, sobre todo porque permitió un acuerdo con la inmobiliaria Presidente Riesco en condiciones muy difíciles. Después de más de un año que estuvimos en diálogo con los representantes de la empresa constructora llegamos a un acuerdo muy razonable que, en primer lugar, permite rescatar los restos del bloque que aún puede recuperarse —por lo menos los dos pisos inferiores—, lo que es muy importante bajo el punto de vista de la memoria histórica.
—En una entrevista comentó que este acuerdo permite «no crear situaciones que hagan insostenible la convivencia democrática», ¿qué señal da un acuerdo como este en medio del clima de polarización que vive el país hoy en día? ¿Qué camino marca para otro tipo de conflictos en las ciudades de este tipo?
—Por supuesto, no tengo la menor duda. Eso es así. Efectivamente marca un camino significativo ante la intransigencia que vemos hoy en día para encontrar acuerdos, entre los políticos, entre la oposición y los sectores de gobierno, entre los sectores empresariales que se niegan a admitir la necesidad de que ellos contribuyan a resolver las grandes demandas que ha generado, primero el Estallido Social y ahora la pandemia. A diferencia de esa situación, de conflictos serios, de falta de entendimientos, este acuerdo es un hito muy significativo que nosotros tenemos que valorar. Además, vamos a levantar en Las Condes un precioso edificio que va a contar la historia de lo que allí ocurrió, pero fundamentalmente destinado a sostener la necesidad de la integración social y urbana, luchar contra la segregación, mostrar ejemplos fuera del país significativos en la materia, así como hacer presentes los ejemplos que son contrarios a ella.
—¿Qué valores encarnaba el proyecto de la Villa San Luis?
—Fue la iniciativa de integración social y urbana más significativo jamás hecho en la historia de Chile. Mil familias, todas ellas residentes de campamentos o allegadas en tomas de terrenos en Las Condes, pudieron tener la posibilidad de residir en forma digna en departamentos magníficos en la comuna en que ellos debían vivir por múltiples razones. Fundamentalmente porque muchos de ellos trabajaban ahí como obreros de la construcción, choferes, empleadas domésticas, etc. O tenían a sus hijos en los colegios de la región. Todo lo anterior por los arraigos tradicionales que se establecen cuando uno reside mucho tiempo en algunos lugares.
—Fue el arquitecto de la, en ese entonces, Villa Compañero Ministro Carlos Cortés, ¿cómo se sintió más de cuarenta años después en el rol de mediador de este acuerdo?
—Sentí que era una responsabilidad personal. Yo fui el que dirigió la construcción de esos edificios que en esos momentos representaron una enorme contribución a resolver los problemas que hoy nos afectan de desigualdad social. Todos los sectores sin casa de Las Condes pudieron tener un lugar digno donde vivir. Y desde que me enteré, estando exiliado, que habían sido desalojados sin causa alguna que lo justificara porque todas habían sido adjudicadas conforme a las normas existentes en la época, inicié desde el exilio una campaña sostenida de denuncia de esta situación y escribí un texto que se publicó en una revista del exilio llamada Araucaria de Chile que se tituló «Desalojo en el San Luis». Incluso, incorporé en las clases que hacía en Dinamarca este episodio. Y bueno, desde que regresé a Chile me mantuve cercano a los pobladores desalojados. Pudimos cohesionar un grupo grande y presionar por todas las conquistas que hemos logrado que se consuman con este acuerdo de ahora. Es un capítulo para mi muy trascendente en mi vida profesional.
—¿Qué cree que debiese ser lo central que tendría que incluir el proyecto para un Museo Memorial de la Villa San Luis?
—En primer lugar, tiene que contar toda la historia, desde lo que significó la adjudicación del proyecto a las familias sin casa de Las Condes, lo que implicó alcanzar a residir en forma digna por primera vez en su vida. El Museo naturalmente tiene que reproducir todo eso que se vio en ese tiempo. Tenemos la idea que en la planta baja, que es posible conservar, se pueda reproducir uno de los departamentos tal como fue entregado en esos momentos por nosotros, con el mobiliario de la época, para que se pueda conocer el tipo de vivienda que se promocionó a los pobladores en esos años.
—Me imagino que también servirá para mostrar la importancia de la integración social y urbana en el desarrollo de nuestras ciudades.
—Es un lugar que tendrá como misión, además de contar la historia de todo el episodio que se vivió allí, hacer presente la necesidad de integración social y urbana, señalar los capítulos exitosos y adversos a este propósito que se realizan tanto en Chile como fuera de Chile. En fin, un lugar de encuentro para los pobladores de cualquier lugar de este país, para mostrar las legítimas aspiraciones que pueden ser resultas a favor de ellos con políticas de vivienda que sean realmente velando por el bien común y no por el lucro, como desgraciadamente ocurre hoy en día.