Por Manuel Marchant Rubilar
Arquitecto
Encargado de Arte y Cultura CA
**Exposición realizada bajo la curatoría de Micaelina Campos Asenjo, presidenta de la Fundación Museo Casa de la Acuarela.
Hay distintas maneras en que el arte y la arquitectura se entrelazan, lo vemos siempre desde un punto de vista teórico o muy inserto en los fundamentos de la obra, sin embargo, con Jorge Fuentes tenemos el caso de un niño que crece como artista y decide hacerse arquitecto. Es una hermosa historia que tiene mucho que enseñarnos y sobre todo a las nuevas generaciones.
Don Jorge, le haré algunas preguntas muy simples y directas que nos pueden ayudar a conocer con mayor profundidad su trayectoria y experiencia vital como artista y arquitecto.
Haré un pequeño recuento de su trayectoria para poder ahondar.
Usted nace en Santiago en 1933, su primera infancia en Valparaíso y a los 8 años se traslada a Chillán, ahí es inscrito en la Sociedad de Artes Tanagra. Esta Sociedad y Escuela de Artes fue creada en 1929, en 1939 fue el Terremoto de Chillán, usted llegó a Chillán aproximadamente en 1941, en esa misma época Siqueiros llega a Chile traído por Pablo Neruda. Usted en esa época tenía 8 años.
¿Recuerda algo de esa historia? Esa obra, el mural que Siqueiros tardó aproximadamente tres años en pintar, ¿tuvo alguna influencia en usted?
Yo diría que no, a mí me gustan los cuadros de un tamaño de taller y eso es lo que hago, pero sobre todo los temas de Siqueiros no se acercaban a lo que a mí me interesaba así que creo que no tuvo influencia.
¿Por qué razón sus padres lo pusieron a tan temprana edad en la Sociedad de Artes Tanagra?
Porque ellos se dieron cuenta de mis intereses, porque yo empecé a pintar puedo decir cuando tenía 8 años o menos, igual como lo hacen todos los niños. Y seguí en eso y persistí. Pintaba y dibujaba más que estudiaba. Mis padres, los dos eran profesores de inglés. Junto con eso, mi padre con ser un académico, también le interesaba las pinturas de publicistas norteamericanos. Él compraba revistas norteamericanas que siempre tuve en mis manos. Eso sí me influenció.
¿Sus padres también tenían interés en el arte o fue algo que ellos observaron en usted?
Por supuesto. Mi padre y madre también pintaban. Era una cosa que, para ellos, era natural. Se dieron cuenta que yo también lo tenía de forma natural. Me pusieron en la Sociedad de Bellas Artes Tanagra porque era la mejor posibilidad que tenía en Chillán. Ahí hice pinturas en esa sociedad y tuve como maestro a un acuarelista famoso Gumercindo Oyarzo.
¿Qué era para usted dibujar o pintar en aquella época? ¿Cómo lo recuerda?
(Hace memoria) Cómo lo recuerdo… yo diría que hay dos maneras: una seria, y otra poco seria. Una que me sentaba en el escritorio del papá y pintaba acuarelas. Acuarelas de cosas que recordaba como paisajes, montañas, cosas así. Me interesaba la naturaleza, todavía me sigue interesando porque tenemos un mundo hermoso y que lo estamos destruyendo. La parte no tan bonita es que me gustaba dibujar, y dibujaba en todas partes y momentos, incluyendo en las clases del liceo, descuidando mi aprendizaje. Era más fuerte que yo.
Si yo leo su reseña biográfica creo que usted nació dibujando. ¿En qué momento usted se asume como artista?
Mis padres tenían interés de que seriamente comenzara a pintar y por eso me pusieron en la Sociedad de Bellas Artes de Tanagra. Yo creo que lo asumí cuando gané una mención honrosa en un concurso de pintura de la Municipalidad de Chillán a muy temprana edad.
En 1950 con 17 años usted se traslada a Santiago para continuar sus estudios de Bellas Artes y sus maestros son dos grandes: Israel Roa y Camilo Mori. ¿Cómo influyeron en su arte y en su interés por el paisaje y la acuarela?
En bellas artes tenía otros maestros también. También grandes pintores. Todos influyeron, pero más que interés en el paisaje, en bellas artes eran los retratos en el natural. Pintábamos con modelos al óleo. Todo lo que hice en bellas artes fue óleo.
¿Qué lo hizo preferir la acuarela al óleo?
El óleo de todas maneras me interesa porque creo que es una pintura muy seria. Hay que tomar el arte en serio. Pero la acuarela, aparte de mostrar lo que está pintando, muestra cómo es uno. Muestra lo que hay adentro de uno. He pintado desde entonces cordilleras, por lo que significan. Primero, por su belleza, además, el símbolo para la vida de la gente. Cómo crecer, ser impresionantes, hacer cosas bellas y disfrutar haciéndolo. Y disfrutar viéndolas. Igual la acuarela también tiene otras cosas muy importantes, creo yo, que muestra el carácter de uno. Yo pintaba acuarelas espontáneamente, y dibujaba espontáneamente. Curiosamente, cuando trabajaba para la publicidad, los publicistas siempre me decían: tus perspectivas son increíbles, pero tus bosquejos son mejores.
Sus estudios de arte culminan en lo académico en 1955. ¿Por qué decide luego estudiar arquitectura? ¿Qué secreto vínculo encontró entre el arte y la arquitectura?
La arquitectura siempre me gustó. También desde los 8 años. Desde luego por las revistas que veía del papá y como una necesidad de hacer cosas. De entender a la humanidad porque la pintura nació hace más de 4.000 años, muchos miles de años más, desde el tiempo de las cavernas. Y la arquitectura también, entonces, eran extremos diferentes, pero anudados estrechamente. La pintura y la arquitectura.
¿Cómo abordaba usted el proceso creativo de la arquitectura?
En primer lugar, había que entender el tema de qué se trataba. Después ver el lugar donde se iba a efectuar la obra de arquitectura. Un proceso yo diría largo, porque tiene que conocer muchas cosas. A parte de la técnica y los conocimientos teóricos. Conocer un poco de la gente y del lugar. Que estuvieran relacionados con el edificio que se va a hacer y mostrar esa vida que tenía, pero que, al mismo tiempo, le daba impulso para mejorar y hacer algo más. La arquitectura la considero muy seria y me molesta todas esas locuras que aparecen ahora. El deconstructivismo y otros. Creo que la arquitectura no es para hacer locuras, para hacerse notar. Creo que tiene que ser buenos proyectos, bien diseñados y estudiados.
¿Mediante qué medios provenientes del arte mostraba usted los proyectos?
Las perspectivas, por supuesto.
Usted trabajó en el mundo privado de las oficinas y en el Ministerio de Obras Públicas. ¿Cuál de las dos posibilidades de ejercicio profesional son más propicias para desarrollar una trayectoria o actividad creativa como pintor? o ¿Es indiferente el campo del ejercicio profesional cuando la vocación es fuerte?
Bueno, son cosas diferentes, pero cada uno con su valor. Ahora, lo que me movía era que no solamente hacía proyectos de arquitectura, si no que mostraba cómo era los interiores, cómo se veía la gente, la actividad que había dentro de los edificios que estaba proyectando. Siempre dibujé y puse gente en los proyectos, incluso desde que estudiaba arquitectura, porque era divertido. Los compañeros se interesaban especialmente en ver qué era lo que había dibujado, esto agregaba valor al proyecto.
Finalmente, ¿qué le diría usted a las nuevas generaciones de Artistas que se interesan en continuar el camino de la Arquitectura?
A ver, la arquitectura la seguí porque me gustaba, me interesaba. Pero, además, era una posibilidad más correcta para tener una buena vida. Poder hacer cosas útiles y al mismo tiempo bellas. A las nuevas generaciones les diría que, curiosamente, todos los seres humanos pintan. Desde guaguas. Las primeras rayas que hacen las guaguas son pinturas. Muestran cómo es él. Pero hay cosas distintas que son el significado de la pintura. Yo creo que la pintura es una cosa emocional y la arquitectura una cosa funcional, las dos tienen que funcionar bien. Una arquitectura que no cumple con su diseño es una mala arquitectura. Pero un arquitecto que no pinta es un arquitecto que le falta un pedazo, es una parte del ser humano. A mí me da miedo que la computación destruya la parte emocional de la arquitectura. Así que yo les aconsejaría que siempre se preocupen de pintar, de bosquejar, usar el lápiz antes que el computador para pensar. Se piensa mejor con un lápiz que con un computador. Pero de algún modo, eso está muriendo. Yo les aconsejaría a todos los arquitectos que no pierdan eso. Es parte de la vida y parte del interior del ser humano.
No dejen morir el lápiz, el lápiz es el creador. El computador es sólo una herramienta.