Columna publicada en El Mercurio de Valparaíso.
Conocido el resultado judicial del proyecto Puerto Barón, no hay demasiado espacio para la alegría, sino para la preocupación por más de 15 años perdidos por Valparaiso, sus autoridades, empresarios y ciudadanos que no han logrado un consenso que deje atrás el abandono y la falta de inversión. Pero además de la lamentable judicialización, que ha dejado ver la incapacidad colectiva de lograr un proyecto, es ese estado de las cosas el que se ha visto superado, al menos desde una ciudadanía activa y dispuesta a levantar una nueva representación local, que desde su origen, y a diferencia de sus antecesores, ha sido capaz de poner un contrapunto y exigir máxima calidad, mejor participación y cumplimiento normativo de los grandes proyectos urbanos.
Más de un decenio de diálogo fallido logran llegar a un nuevo inicio de año -y de Gobierno- donde forzosamente logramos la oportunidad notable de corrección de diseños, de emplazamientos y de procedimientos, lo que incluye la reformulación del plan maestro portuario y los ajustes al plan regulador comunal, que por primera vez han de dialogar en un lenguaje de encuentro, viendo que años de distanciamiento no lograron más que absolutamente nada.
La recuperación de una visión consensuada, convocante de los actores públicos nacionales, regionales y locales, incluyendo nuestros convenios internacionales vigentes; una ciudadanía activa y propositiva de la solución; un empresariado nacional o internacional que comprenda nuevas lógicas de rentabilidad; junto a la creatividad propia de las universidades que han intentado propuestas hasta hoy desconsideradas, son parte de una fórmula que recolectando la mejor experiencia global en transformación de frentes marítimos, podremos adaptar a nuestra realidad social, económica y urbana.
La reformulación coordinada de los planes citados, del puerto y la ciudad, y el reconocimiento de que sólo privilegiando el espacio público por sobre su privatización, comprendiendo condiciones de riesgo, recuperación medioambiental y reserva portuaria, con todos los componentes propios de Valparaíso bien proporcionados, su cultura y patrimonio paisajístico, es el camino posible para una ciudad y un país que supera la obsolescencia, asumiendo social e institucionalmente nuevas exigencias de calidad y largo plazo.
Superando rápidamente el trauma, la idea de un concurso público, propio de una sociedad que busca y exige los mejores resultados, aparece como la búsqueda de convocar a la multidisciplina, a la diversificación económica, a la acción emprendedora que bien regulada logra amplificar sus beneficios, así como antaño lo hicieran los que levantaron el molo de abrigo o el camino La Pólvora.
Nuestra disciplina está disponible para sumarse a dicho proceso, para ser parte de los diversos pasos que permitan el logro de los deseos de cada uno de los actores relevantes hacia la ciudad grata y ese mejor lugar para vivir por el que hemos brindado por estos días.
Alberto Texido Zlatar
Presidente Colegio de Arquitectos de Chile