El pasado jueves 25 de marzo, el doctor arquitecto Jordi Faulí, fue parte de la conferencia internacional «El proyecto y la construcción de la Sagrada Familia de Antoni Gaudí: su desarrollo durante tres siglos», organizada conjuntamente por el Colegio de Arquitectos de Chile, la Asociación de Oficinas de Arquitectos de Chile y la Corporación Gaudí de Triana.
La exposición —que dio en conjunto con el doctor arquitecto David Puig— fue seguida en vivo por casi 300 personas a través de FB Live, resaltando especialmente el gran interés desde distintos países de Sudamérica y Centroamérica en la figura de Antoni Gaudí. «Despierta atractivo por la honestidad y relación de sus obras con la naturaleza», comenta el Director de la Oficina Técnica del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia en esta entrevista.
—Llevas 9 años como arquitecto Director de la Oficina Técnica y más de 30 años trabajando en la Sagrada Familia, ¿qué crees que ha caracterizado tu dirección?
—Las direcciones de obras de la Oficina Técnica siempre son de continuidad con lo que se ha hecho antes. Entre otras cosas, porque siempre han tenido como objetivo principal ser fieles al proyecto de Gaudí. Evidentemente, cada director tiene una definición o interpretación de una parte del proyecto, pero hay una continuidad y voluntad de ser fieles al máximo con Gaudí.
—¿Cómo se pueden hacer aportaciones de la cultura arquitectónica actual y la tecnología en una obra que empezó a proyectarse en el XIX? ¿Crees que eso es parte del sello que le puedes imprimir a una obra cuyo diseño no puede variar?
—Algo que caracteriza el proyecto de la Sagrada Familia de Gaudí es que su construcción es siempre un reto. Ya lo fue para él la Fachada del Nacimiento. También, por otro lado, el planteó un proyecto de futuro que se puede ejecutar de formas diversas y que así ha sido a lo largo de los años. Ahora, en las torres centrales nos hemos visto en el camino de utilizar una nueva tecnología, no realizada con esa dimensión en ningún otro edificio, que ha sido la piedra tensada.
—¿Cómo se mantiene esa fidelidad al proyecto de Gaudí?
—Hemos intentado ser lo más fieles, pero con la necesidad —en parte una obligación— de utilizar las posibilidades de la tecnología del momento. Igual que Gaudí: los pináculos de la Fachada del Nacimiento los acabó realizando con hormigón armado, porque era la forma de poder ejecutarlos. Y, ahora, con la intención de construir las torres con piedra, pero con piedra que además tuviera una función estructural, nosotros llegamos a esta solución de la piedra tensada. Situando en el suelo las barras de post tensado de la piedra, de forma que serán invisibles cuando esté acabada la torre.
—Ante los efectos económicos generados por el COVID-19 anunciaron que se descartaba finalizar las obras en 2026, pero que sí se intentaría terminar la Torre de la Virgen María en 2021. Ante una crisis sanitaria que se prolonga, ¿existe algún riesgo de no concretar esta meta?
—Dios dirá pero, en principio, si todo sigue como hoy, está planificado que acabemos la Torre de la Virgen María en diciembre. Así está planificado, siempre no tuviésemos que volver a dejar de trabajar por cuestiones sanitarias. Si no es así, tenemos el presupuesto, tenemos la ejecución y vamos cumpliendo el programa, en principio el objetivo está previsto que se cumpla.
—Más allá de la merma económica, ¿cómo han vivido la ausencia del público en la Sagrada Familia a causa de la pandemia?
—Es un poco triste ver la Sagrada Familia sin gente, sin personas. Se van haciendo algunas celebraciones eucarísticas, algunas misas cuando se puede, y esto le da un tanto de vida. De todas formas, contemplar últimamente todos los días sus espacios interiores con silencio también tiene su especialidad. Pero el edificio está vivo cuando se utiliza, ¿no? Ciertamente da un poco de pena cuando ves que no hay nadie contemplando las fachadas, ni disfrutando del espacio interior. Pero bueno, ya llegará el momento.
—El Templo Expiatorio de la Sagrada Familia como cualquier edificio icónico e histórico ha tenido resistencia en varios momentos de su historia, partiendo por el periodo de la Guerra Civil Española. ¿En qué momento crees que se llega a este consenso de que debe seguir construyéndose, que debe terminarse?
—La Sagrada Familia es un edificio muy conocido, entonces es normal que cada persona tenga su opinión. Pero, lo importante, es dar una opinión conociendo la realidad. Son distintos factores. Primero, se ha ido conociendo de qué partimos para proyectar, para construir: la cantidad de proyecto que Gaudí definió, la forma cómo lo definió, el uso de las geometrías nuevas para definir el proyecto para el futuro. Y, después, también es cierto que aquel programa de construcción que Gaudí planteó, de construir por partes, y de ir acabando partes completas del edificio, ha supuesto que cada elemento nuevo construido es un estímulo para seguir y una demostración del trabajo que Gaudí dejó.
—¿Cuánto influyó en este cambio la visita de Benedicto XVI en 2010 en la misa de dedicación?
—Ciertamente, el poder contemplar por televisión aquellos interiores, aquellas naves, aquellas bóvedas, fue un descubrimiento para muchos. Aquello no habría sido posible si no hubiese sido obra de un arquitecto extraordinario como Gaudí. Y, si bien es cierto, el no proyectó todo el interior, dejó una maqueta de una parte, de las naves, a escala 1:10, de 5 metros de altura, construida o diseñada sólo con geometrías y con reglas estructurales, que proponían que se aplicase a otras partes como el crucero y el ábside, que no definió al detalle.
—Cuéntame sobre este desafío que es estar constantemente revisando las maquetas de Gaudí, sus dibujos.
—Es un método de trabajo que él propuso y nos obliga a estudiar siempre sus maquetas originales, a construirlas y después, si es necesario, aplicar estas conclusiones de este estudio y de la propia construcción, a otras partes que no diseñó en tres dimensiones, sólo dibujó. Eso es muy interesante: aplicar las mismas leyes a situaciones un poco diferentes siguiendo sus dibujos. Eso es lo que ha producido el interior extraordinario de las naves, que asombró a mucha gente y a muchos arquitectos, que quizás desconocían el trabajo que había hecho Gaudí.
—¿Cómo recibieron el anuncio del Director Nacional de Arquitectura del ministerio de Obras Públicas, Raúl Irarrázabal, de que se retomará la licitación de la Capilla Nuestra Señora de los Ángeles en Rancagua?
—Con mucha alegría, es una gran satisfacción. Sobre todo porque sé que están trabajando hace muchos años en esto y que estas obras son siempre un conjunto de una serie de esfuerzos diversos para hacerse realidad. Es como con nosotros: todo lo que se hace, se hace porque hay detrás un grupo de gente muy diverso trabajando para lograrlo. Y que ustedes puedan construir la capilla de Gaudí en Rancagua con la colaboración de todo mundo, con el mismo Gobierno, y que esto pueda ser una realidad antes de que la construyamos nosotros, es una satisfacción.
—¿Qué importancia tiene para ustedes como Templo Expiatorio de la Sagrada Familia la construcción de la primera obra de Gaudí fuera de España?
—Es que, sobre todo, nosotros que intentamos entender y seguir a Gaudí, vemos que se hace realidad otra voluntad de Gaudí; por tanto, tiene un valor muy importante para nosotros. Cuando el Padre Aranda le pidió a Gaudí una capilla, este le dijo que se dedicaba exclusivamente a la Sagrada Familia, pero que le podía ofrecer realizar una copia de la Capilla de la Asunción y que la construyesen los chilenos, a su manera. Porque, claro, las circunstancias climáticas son diferentes, por ejemplo, o de materiales utilizados. Por eso la Corporación Gaudí de Triana ha desarrollado este proyecto siguiendo su realidad, aportando los materiales de su país y existirá también el aporte de artistas. Es bonito además para la capilla que se haya extendido con este Centro Cultural y Espiritual que estará adyacente en el sótano. Es de una belleza extraordinaria, es un pequeño trozo de la Sagrada Familia porque sus geometrías, sus formas, son como una síntesis, un conjunto de formas que Gaudí utiliza para el Templo Expiatorio.
—En el mundo y especialmente en Chile hemos vivido un momento político en que estatuas y monumentos públicos han sido alterados, rayados o derechamente destruidos. Desde tu experiencia como agente de conservación del patrimonio, ¿qué te parece este proceso? ¿A qué crees que responde?
—Esto no tiene nada que ver, pero también se produjeron destrozos al inicio de nuestra Guerra Civil, en la Sagrada Familia y en muchas otras iglesias. Eso pasa en todo el mundo. Sabe mal, ¿no? Porque en el fondo, cuando se destruye un monumento patrimonial se está destrozando parte de la historia y la memoria, aparte de la belleza del país, de la ciudad. Por tanto, es una desgracia, pero nos ha pasado a todos en un momento u otro. Sería bueno que existiese un respeto. Una cosa son las reivindicaciones, que es lógico, y tienen sus medios de expresión y nunca pueden ser violentas; pero por otro lado, sería bueno que existiese un respeto absoluto por los bienes patrimoniales, porque son símbolos de la historia, hay mucha gente que los ha hecho realidad. Es una pérdida importante que se destrocen.