Según el presidente del Colegio de Arquitectos de Chile, Alberto Texido Zlatar, la Bienal de Arquitectura y Urbanismo “es la acción más visible e importante del Colegio de Arquitectos y este año, no exenta de dificultades, como el contexto de reestructuración interna del Colegio, se logró llevar a cabo su XX versión, donde gracias al apoyo del equipo curatorial, decidido y claro en su labor, se logró montar una Bienal que tuvo un aplazamiento pero que logró cumplir con 40 años ininterrumpidos de estos encuentros, donde el gremio se autoexamina, se autocritica y se autocorrige”.
¿Cuál fue la principal característica de la XX Bienal?
Este año especialmente se buscó un espacio de diálogo (de ahí su nombre ”Diálogos Impostergables”) para debatir sobre la identidad y el futuro de la arquitectura nacional, en un contexto donde se ha premiado a Elemental, con Aravena (Pritzker), y el Premio Nacional 2016 de Edward Rojas, es decir un abanico de distintos buenos desempeños en diversas escalas de la arquitectura y los objetos, pero donde queda pendiente la solución de las problemáticas urbanas, que son de otra escala y donde -aún- no tenemos reconocimientos internacionales.
A diferencia de versiones anteriores, este año la Bienal se abrió a 4 actores: el mundo público, las iniciativas privadas, la Academia y se agregó al “activador de ciudad”, donde ciertas comunidades o iniciativas de arquitectura que se vinculan más con procesos que proyectos, y que cubren áreas que hasta ahora no estaban en la Bienal. Este año se privilegiaron procesos participativos, diseños colaborativos por sobre planimetrías y maquetas, procesos participativos como reconocimiento de lo que nos ocurre, pero también pudimos mirar hacia afuera lo global y así mejorar lo que tenemos o adaptar las buenas experiencias similares de otros países.
Como presidente de la orden, ¿qué valoración hace de las conclusiones que se obtuvieron en el evento?
Haber trabajado en estos cuatro ámbitos de acción (pública, privada, académica y social) generó un espacio de discusión. Como arquitectos, transformamos un espacio construido o habitado y estamos en esa constante definición del impacto y su mitigación o su corrección como desempeño de los arquitectos, el valor que contiene el diálogo es una especie de pausa reflexiva y debatida. Haber planteado esta lógica de diálogos impostergables fue el gran aporte, porque en muchos casos ya sabemos qué decir, pero no está claro hacia dónde y a quién decir. Esa fue la pregunta, donde los proyectos de infraestructura o de vivienda masiva enfrentan un conflicto social y los arquitectos han de ser parte de la solución a este problema.
Esta bienal toma valor como el espacio de conversación donde se contrapusieron visiones sobre desarrollo inmobiliario, infraestructura, el cambio climático, la densificación, los limites administrativos del territorio y los movimientos migratorios, la accesibilidad universal, el adulto mayor y la ciudad, es decir un montón de visiones donde los arquitectos son una especie de participación ciudadana especializada y son capaces de mediar. Logramos también un interesante debate urbano con los representantes de los candidatos presidenciales.
Así, la Bienal nos permite autoexaminarnos, vernos al espejo y ver cómo podemos corregir y ser parte de este tipo de problemáticas.
¿Entonces cumplió con las expectativas?
Marca un punto de inflexión porque después de muchos años se privilegian procesos por sobre proyectos, privilegia la lógica de acciones colectivas, que las próximas Bienales con nuevos Directorios podrán reafirmar o modificar.
Mejoramos el campo de acción para lograr que se instale una discusión donde la autoridad, la ciudadanía y los especialistas instalan un proyecto de país. Es un desafío disciplinar porque quizás al privilegiar esta manera de instalar estos procesos, tal vez nos alejamos del estándar habitual de las Bienales, pero hay una necesidad clara de seguir instalando la conversación gremial.
La Bienal tuvo una buena participación, fueron 14 días de encuentros y actividades, con especialistas nacionales e internacionales, llegó mucha gente y se realizaron las actividades planificadas. Hago una autocrítica respecto a que debemos seguir potenciando la actividad del gremio, visibilizando más y mejor lo que hace el Colegio de Arquitectos. La Bienal no es solo una instancia donde se muestran proyectos, sino que también es un encuentro gremial.
¿Cuál fue el rol de la academia en la organización y desarrollo de la Bienal?
Para organizar la Bienal trabajan el Colegio, la AOA y la Red de Escuelas de Arquitectura. En ese sentido hay un espacio donde cada escuela muestra su quehacer, su posición respecto a lo educativo con total autonomía, pero además hubo un espacio donde 4 escuelas mostraron su visión de lo que está pasando en el borde costero del puerto, plantearon sus exigencias a la autoridad, su postura de ciudad, lo que pasa con el rescate patrimonial versus el crecimiento del puerto. No hay un plan consensuado y los proyectos caen en contradicción. La FAU, la PUC, la PUC de Valparaíso y la Universidad de Valparaíso hablaron de esta falta de planificación: qué Valparaíso queremos.
La academia hizo un aporte en ese sentido y al igual que el 2015 ayudó a generar esa discusión, mostrando que las facultades pueden entender las problemáticas país aportando visiones de ciudades.
¿Entonces existe una conversación entre el gremio y la academia?
Existe conversación entre la propuesta que hacen los profesionales y la Academia. Habitualmente se entiende que la Academia está alejada de las problemáticas país. En ese sentido la Bienal demuestra que no, que hay una apertura a las diversas maneras en que la arquitectura se muestra y que son todas válidas para el debate y el consenso, la arquitectura debe ser un aporte desde su realidad formativa y multidisciplinar.
Finalmente, y ahora en su rol de académico FAU, ¿cómo evalúa la participación de la Facultad en esta Bienal?
Tuvo un espacio para mostrar su quehacer (1) haciendo una selección que muestra nuestra diversidad temática y territorial, y la característica de multiescalaridad que nos diferencia de otros formatos curriculares.
Hay que manifestar que las tareas de la Academia apuntan a proponer discusiones sobre la problemática de la ciudad y, desde su autonomía, pueden plantear sus contenidos y proponer transformaciones necesarias para ciudades que están amenazadas por lógicas monofuncionales. La arquitectura es un procedimiento multidisciplinar y desde la Academia puede ser un aporte a este mundo complejo.
La Academia también ayuda a la acción gremial porque varios académicos participamos de la actividad gremial y eso lo podemos hacer porque la Academia nos lo permite, desde la lógica de le extensión o la divulgación, en ese sentido la Academia es un gran aporte para el gremio.