Y se nos fue Fernando… imposible dimensionar ahora su ausencia… nos parecía un inmortal.
Difícil encontrar un ser humano que haya reunido tantas virtudes. Tanta consecuencia, tanta lealtad a los principios, tanta vocación docente, tanto talento creativo, tanta ternura con sus semejantes, y todo esto, además de haber sido un político ejemplar.
Practicó, disfrutó y brilló como pocos en el noble oficio de la arquitectura. Siempre ejerció su disciplina profesional con la mayor dignidad, procurando repartir la belleza cualquiera que fuera el proyecto que debió enfrentar, ya sea una vivienda social o una comunidad, una industria o una universidad. Respetando el entorno y la flora existente.
Junto a sus socios en la primera etapa de su práctica profesional, Carlos Bresciani, Héctor Valdés y Carlos Huidobro, Fernando nos entregó obras tan relevantes como la Unidad Vecinal Portales, con sus innovadoras calles elevadas y la generosidad de los espacios comunes, o las Torres de Tajamar, ese juego sabio y magnífico de los volúmenes bajo la luz, como diría Le Corbusier, ancladas al borde del río Mapocho.
Retornado del exilio, dio vida a las comunidades levantadas preferentemente en su comuna La Reina, verdaderos oasis solidarios en medio de la fiebre mercantil vigente a la época. Fernando Castillo impuso un sello humanista en estos proyectos, intentando establecer una forma de convivencia más que una agrupación de casas; asumiendo un rol del arquitecto al servicio de los sueños y las aspiraciones de cada familia. Construyó estas comunidades despojadas de alardes, Se trata de obras en las cuales se conjugan armónicamente el ladrillo amasado a mano, con las nobles maderas de nuestros bosques milenarios.
Siempre asumió sus tareas con una inagotable capacidad de fascinación, tal como él mismo calificó esta disposición personal para enfrentar con entusiasmo, cualquier desafío que tuvo por delante.
La comuna de La Reina le debe a este alcalde el milagro de haber preservado la calidad de su espacio urbano, ahuyentando la fiebre inmobiliaria comercial que ha malogrado tantos barrios de la capital, así como también debe agradecerle, el haber retenido en la comuna a las 1600 familias de la Villa La Reina, que gracias a su tenacidad lograron evitar su erradicación a los suburbios, única opción abierta para millones de humildes compatriotas, forzados a vivir en entornos inaceptables.
Fernando criticó severamente las políticas implementadas en la ocupación del valle de Santiago, advirtiendo sobre el aumento indiscriminado del área urbana a costa de los mejores suelos agrícolas. También rechazó la brutal intervención representada por las autopistas urbanas y defendió los principios fundamentales de la planificación urbana así como el rol insustituible del sector público, tanto en planificación física como en vivienda.
Tuve el privilegio de participar junto a él en muchas actividades durante los años de la dictadura. Compartimos columnas en la Revista Análisis, órgano irreductible en defensa de los Derechos Humanos. Nos unimos a las barricadas que levantaron los estudiantes de arquitectura de la Universidad de Chile, cuando exigían la renuncia de un Rector impuesto por las bayonetas y honramos la memoria de Pablo Neruda en un imponente acto desarrollado el año 1984 en un Teatro Caupolicán acosado por la policía, cuando nuestro insigne Premio Nobel habría cumplido sus 80 años de vida.
Hemos perdido al más eminente de nuestros colegas, cuya vida ejemplar sigue inspirando a las nuevas generaciones, en su lucha por restituir las banderas que Fernando enarboló ayer.
Pocos como tú, querido Fernando, se ganaron el derecho a descansar en paz.
Adiós entrañable amigo, maestro y compañero.
Miguel Lawner
Santiago, 19 de Julio de 2013.