Pensar que un ramo basado en el comportamiento moral del hombre puede ser vital en la etapa formativa del estudiante de arquitectura y a su vez, en su desarrollo profesional futuro, no parece ser relevante para muchas universidades chilenas. De 28 universidades consultadas, que dictan la carrera, sólo 9 tienen el ramo de ética profesional en su malla.
¿Es un ramo necesario?
Si analizamos al arquitecto como un ser global que debe contar con ciertas competencias para ejercer su rol profesional, no es absurdo pensar que su comportamiento moral pueda hacer la diferencia en beneficio de una mejor sociedad. Siguiendo esta idea y suponiendo que las universidades buscan formar a los mejores arquitectos, y es según esto que desarrollan las mallas curriculares, incluyendo ramos que consideran fundamentales para el perfil del arquitecto que quieren “entregar” al campo profesional, ésta sola tarea implica un comportamiento ético de la universidad ante la ciudadanía. Lo que se entrega debe ser de calidad.
Por otro lado, no podemos permanecer ajenos a la situación ética que atraviesa el país (y el mundo) que nos enfrenta a una realidad por decir lo menos, cuestionable. Estamos insertos en una sociedad donde se juega al límite de lo legal, con un sistema instaurado desde tiempos inmemoriales que acepta y valida ciertas costumbres que, sin ser ilegales no son correctas. La ética profesional no es coactiva, es decir, no impone sanciones ni normas legales. Son más bien, normas morales que regulan las buenas prácticas profesionales pero que no están en ningún manual. ¿Quién estipula dichas normas? ¿Es necesario que sean estipuladas? Quizás pensar en generar un espacio de reflexión sobre el comportamiento profesional en la etapa formativa del arquitecto no sea una mala idea.
Qué pasa con el rol del “arquitecto patrocinante” en las regularizaciones municipales, por poner un ejemplo, o con los edificios que son la copia exacta y no tan exacta de otros e incluso, con algunos desarrollos inmobiliarios que terminan destrozando sectores de la ciudad.
Si la ley lo permite, se puede hacer.
La pregunta entonces y de lo que los arquitectos debemos reflexionar y hacernos cargo es: ¿Basta con que algo “se pueda” hacer, para que se haga? ¿Qué pasa con lo que “se debe” hacer?
¿Necesitamos una ley que regule nuestro comportamiento profesional o es aquí donde la ética moral debiese actuar?
Nuestro comportamiento es lo que nos define como seres humanos. Sin importar QUÉ desarrollemos como arquitectos, desde una media agua a un gran edificio corporativo, es el CÓMO lo hagamos lo que marcará la diferencia. Y el CÓMO tiene un componente ético importante (o lo debiese tener) si lo que queremos es cumplir nuestro rol en la sociedad: Hacer Ciudad.
¿Deben las universidades incluir en sus mallas curriculares el ramo de ética profesional? Yo considero que sí. Juzgue usted.
Por Carolina Espinosa, Arquitecto UFT/ Postgrado “Ciudad Espacio y Cultura” UPC Barcelona.
Carolina es Miembro del Comité de Arquitectos Jóvenes del Colegio de Arquitectos.