Edward Rojas y el Taller de Arquitectura Puertazul despiden a Fernando Labra

A propósito del reciente fallecimiento a causa del COVID-19 en la ciudad de Rosario, Argentina, del sociólogo, diplomático y ex miembro del Taller de Arquitectura Puertazul, Fernando Labra, sus integrantes nos han hecho llegar el siguiente texto homenaje:

 

Y los Palafitos de Castro fueron culpables…

Con Edward nos habíamos metido en un problema que claramente superaba nuestras fuerzas. Nos faltaban instrumentos para poder afrontar un tema que nunca hubiésemos imaginado, pero que ciertamente habitaba en nuestras cuerdas sensibles: los palafitos de Castro iban a ser demolidos por un alcalde designado en Santiago durante la dictadura de Pinochet. Había que defenderlos y evitar su demolición.

Dos jóvenes arquitectos recién recibidos, trasladados a vivir en Chiloé no contábamos con las fuerzas necesarias para afrontar la potencia del aparato público y de la dictadura más encima.

Sin embargo, durante los años ’60 y ’70 en la Universidad habíamos aprendido de la potencia del diálogo con diversas disciplinas para afrontar cuestiones arquitectónicas, urbanas, sociales, culturales. A nuestro Taller de a poco se fueron acercando escritores, historiadores, antropólogos, músicos, médicos… y un sociólogo: Fernando.

Con Fernando Labra nos conocimos en Ancud, durante un encuentro con el Obispo Juan Luis Ysern. Quería informarse de la cuestión de los palafitos de Castro. Intuía que podría colaborar, cosa que efectivamente hizo: la “carta” pública del Obispo al Alcalde de Castro hizo detonar el problema y al ponerlo en la prensa, desde los habitantes afectados a toda la comunidad tomó conciencia de lo que estaba sucediendo. Alguno quería demolerlos y otros, salvarlos.

El Obispo había invitado a Fernando a colaborar con él en una investigación sobre la familia chilota en el sur, desde Chiloé hasta Punta Arenas: su composición, su disolución, la doble familia chilota: en Chiloé y su doble en otras partes de la Patagonia, la importancia de la mujer en la sobrevivencia de la familia chilota…

Paralelamente Fernando se interesó inmediatamente en el tema que nos ocupaba y comenzó a viajar a Castro a menudo. Conversaciones y escritos enriquecían nuestra mirada.

Con el apoyo del Obispo, de algunos intelectuales chilenos y extranjeros habíamos perdido el temor, aunque las represalias nunca faltaron. Desde un “punto fijo” frente a la entrada de nuestro Taller Puertazul, a la convocación semestral a la Comisaría de Carabineros para declarar quienes participaban en él… hasta una acusación al Ministro del Interior como activista.

Fernando entró a formar parte de nuestro equipo. En nuestras sucesivas publicaciones y correspondencia, su mirada como sociólogo y cristiano dejaron una señal importante.

Sin disponer todavía de un cuerpo teórico potente, con Fernando, Mauricio y Gustavo comenzamos a elaborar lo que llamamos la “Teoría del Bacilón”, con la B, no con la V como algunos quisieran. Una Teoría que realmente no es una Teoría. En nuestros archivos tenemos incluso una colaboración de un sociólogo suizo sobre el tema, entre otros.

La importancia de Fernando se fue haciendo con el tiempo más significativa. Nuestra amistad se fue consolidando y duró mucho más que lo que fue la experiencia chilota.

Entró a la Academia Diplomática, se casó con Angélica, escribió un libro y viajó. El constante allá – acá lo sobrellevó con sabiduría e ironía.

Quisiera recordarlo con la imagen de una escultura que Angélica realizó en la Patagonia: un hombre en la playa, al borde del mar, mirando muy lejos hacia allá: hacia el Sur.

El Taller Puertazul de Castro lo recuerda como uno de sus más activos participantes.

 

Renato Vivaldi, Edward Rojas, arquitectos                                                                              Gustavo Boldrini, escritor e historiador                                                                                                    Mauricio Marino, antropólogo