Un 30 de noviembre, hace 44 años, falleció el arquitecto Gonzalo Mardones Restat, que en ese entonces era Vicepresidente del Colegio de Arquitectos de Chile y fue el encargado del proyecto que remodelaría nuestra sede nacional.
Para conmemorar la memoria de Mardones Restat, acá reproducimos completo un discurso del Presidente del Colegio de Arquitectos de la época, Héctor Valdés Phillips, en que se declara la sede nacional con el nombre de Gonzalo Mardones Restat:
Una voluntad superior que reconocemos, pero cuyos designios somos incapaces de comprender nos ha arrebatado en un instante y en compañía de dos de sus pequeños hijos –Cristóbal y José Manuel- la vida preciosa de un hombre de selección: Gonzalo Mardones Restat.
Junto a la pena profunda de los suyos y al sentimiento de tantos sectores y amigos que admiraron sus atributos intelectuales y alta condición humana, están presentes aquí el dolor y el afecto de los arquitectos, que lo reconocíamos como el mejor entre todos los miembros de nuestra Orden.
En Gonzalo Mardones encontrábamos una suma sorprendente de cualidades que conformaban su personalidad sobresaliente y atractiva.
Poseedor de aguda inteligencia, capacidad de análisis y síntesis, de una amplia cultura que su inquietud y sed de conocimientos incrementaba día a día, sabía organizar y mandar, pero también sabía colaborar lealmente cuando así correspondía; con un sentido de responsabilidad ejemplar, se planteaba a sí mismo tareas y metas que asumía con entusiasmo y realizaba con rigor hasta su cumplimiento cabal.
Estas sus cualidades intelectuales las complementaba con otras no menos estimables:
Dotado de gran simpatía y don de gentes, era sencillo y cordial, Respetuoso, justo, y a la vez estricto con los demás, y sobre todo generoso: generoso con sus bienes, sus conocimientos y su tiempo; postergando siempre sus intereses personales, sabía entregarse sin reservas ni límites al servicio de nobles causas.
Gonzalo Mardones fue un arquitecto en toda la extensión del concepto, y con el mérito de no dejar nunca de serlo, fue mucho más allá de lo que es propio de la profesión.
Titulado en 1950 en la Universidad de Chile, con distinción máxima, contribuyó a organizar un equipo profesional de destacada trayectoria, que proyectó y ejecutó obras de gran envergadura, muchas de las cuales fueron obtenidas en leal competencia a través de concursos públicos. En estas obras, así como en todas las que realizó más tarde por sí solo, se exterioriza su preocupación por superar los niveles habituales del trabajo profesional y su búsqueda permanente y rigurosa de soluciones urbanísticas, arquitectónicas y técnicas más eficientes, depuradas y acordes con la realidad de nuestro medio.
Pero, su vocación por la Arquitectura era una vocación de servicio al ser humano, a la familia, a la comunidad toda.
Por eso no se satisfizo su espíritu con la tarea Arquitectónica –aunque nunca la abandonó- y amplió el campo de sus preocupaciones estudios y actividades hacia la Planificación Física, la Historia, la Sociología, la Docencia, la Difusión Cultural y Profesional, la Actividad Gremial, en todas las cuales deja la huella profunda y siempre constructiva de su aporte personal.
Proyectado por el conocimiento y dominio de estas disciplinas hacía planos cada vez más altos y complejos, que su gran capacidad de comprensión le permitía abarcar, tampoco se detuvo en ellas. Es así como en los últimos años y sumándolos a sus múltiples actividades, se interesó apasionadamente por algunos de los más serios problemas que afectan hoy a la humanidad entera: la destrucción de los recursos naturales y deterioro del medio ambiente y la explosión demográfica en relación al hábitat y a la alimentación.
En ambas disciplinas, a las que llegó en cuanto arquitecto, pasó a constituirse un profundo conocedor, lo que se tradujo no hace mucho tiempo, en su lucida actuación en conferencias internacionales en representación oficial del país.
Sus inquietudes y afanes de servicio en el campo gremial, conjugados con el aprecio con que todos los distinguíamos lo llevaron al consejo General de la Orden, donde pudimos apreciar otra faceta más de su rica personalidad.
Sin desmayar, y dándose tiempo para todo, se convirtió espontáneamente, en mérito a sus excepcionales condiciones, en inspirador y guía de las principales iniciativas del Consejo.
Cuando las circunstancias fueron oportunas, Gonzalo Mardones, nuestro vicepresidente, propuso y tomó a su cargo la materialización de un ambicioso proyecto de aporte a las más altas autoridades del Gobierno. Fue así como con la valiosa ayuda de distinguidos colegas, preparó un extenso documento que tomo la forma de un libro, en el cual se expresa de manera orgánica y sintética a la vez, el pensamiento global y totalizador de nuestra profesión en relación al desarrollo nacional y referido especialmente a los niveles urbano y regional, con especial énfasis en la vivienda.
Dada la coherencia y aplicabilidad del texto, que ha sido incluso recibido y solicitado con gran interés desde otros países por sectores universitarios y por organismos internacionales, y que servirá por muchos años de pauta para los estudiosos y profesionales, así como de referencia para la formulación de políticas por parte de nuestro Gobierno, es posible asignarle el carácter de un TESTAMENTO conceptual que Gonzalo Mardones legara a la comunidad entera.
Su certera visión, su entusiasmo y su esfuerzo han permitido al Colegio de Arquitectos llegar a poseer una nueva sede, cuya restauración ha sido planeada y realizada por él. El Consejo General en el día de ayer en sesión, acordó darle el nombre de GONZALO MARDONES RESTAT, honrado y perpetuando así su memoria.
Toda su trayectoria en nuestra organización gremial estuvo siempre revestida de una gran modestia. Modestia que lo llevó incluso, hace apenas dos meses, a rechazar la posibilidad que le planteamos de asumir la Presidencia del Consejo, como le correspondía en estricta justicia.
Gonzalo Mardones cumplió en su breve paso entre nosotros destacadas y valiosas actuaciones.
Nos parecía destinado a nuevas y más grandes tareas en pro de su profesión y en beneficio de sectores cada vez más amplios de sus semejantes.
Era una realidad y una esperanza.
Pero su vida terrenal se interrumpió brusca y definitivamente, cuando tanto se esperaba de él y tanto era capaz de dar.
En un instante, escoltado por dos de sus queridos hijos, proyectó su vida hacia el infinito, dejándonos sólo la herencia de un ejemplo y un recuerdo.
Ejemplo que recibimos como se recibe un mandato, que nos obligamos hoy a transmitir y a imitar, para que encuentre seguidores en las actuales y futuras generaciones de arquitectos.
Recuerdo imborrable de leal amistad, de admiración y reconocimiento de quienes tuvimos el privilegio de recorrer con él un tramo de nuestro camino.